jueves, marzo 30, 2006

EN BUSCA DE LAS SENSACIONES PERDIDAS


Con las sandalias sus pies pasan menos calor en verano. Anda por la calzada y siente la proximidad del asfalto. Sus ojos se preguntan porque el suelo es de un color gris ocre pudiendo ser verde o amarillo. ¿Para que pintar un Juan Gris si tenemos la posibilidad de esbozar un Matisse?. Lleva puestos unos auriculares aunque su viejo walkman siempre esta apagado. Le gusta amortiguar el bello sonido de una ciudad que respira durante la noche y ronca durante el día.
Sus pasos son lentos puesto que suele dirigirse a lugares donde nadie le espera. Le gusta ser puntual consigo mismo. Cuando no lo consigue, se obliga a concertar una cita con alguien a tal hora en tal sitio a modo de autocastigo.
Su principal hobby es saberlo todo. O mejor dicho, casi todo. Lee una media de 85 páginas diarias sin contar los 3 periódicos que estudia compulsivamente a primera hora de la mañana, cuando la luz que entra por la ventana comienza a ningunear los vulnerables rayos que emite su incandescente esfera de cristal. Pero aun así hay varias cosas acerca de las cuales conoce nada. No sabe distinguir los árboles que son caducos de aquellos que son perennes. Tampoco entiende porque el gris debe resultar de mezclar el blanco y el negro en iguales cantidades y no basta con sobreusar tan sólo uno de ellos. No comprende como sólo se puede saber que no se sabe nada con lo que cuesta saber que se sabe al saber nada. Claro que si aun no ha encontrado una respuesta convincente a dichos enigmas es precisamente porque lo último que desea hacer es encontrarla. Gracias a ese pequeño atisbo de ignorancia intencionada, se permite, en muy contadas ocasiones, sorprenderse con aquello que no ha estudiado, clasificado o recopilado. Son instantes de improvisación emocional que acuden en torrente a la llamada desesperada de las sensaciones perdidas.

miércoles, marzo 29, 2006

FLECHAS DIBUJADAS CON PERFUME


A la sombra del edifico más feo de Madrid podrás encontrar a Carlos. En sus sueños recorre el rostro perdido de una mujer. Toca su fragancia, ahora escondida en la gran ciudad.
Trata de no despertarle ya que sólo logra dormir con analgésicos cosecha de anteayer y no suelen salirle por menos de 5 euros. No recorras junto a él los sucios pasadizos de la compasión. Auspiciale en tu cobijo pero no olvides recordarle que en 20 minutos espera el dios Baco con una maleta repleta de suaves navajas con las que acariciar su alma.
Carlos recibe la visita de un águila todas las noches que descorazondamente le arrebata el hígado, y es que siempre le encantó desafiar a Zeus, pese a los consejos o advertencias que recibía a diario. Pasó de hedonista a estoico en el tiempo que dura una llamada de teléfono. Y no se trata de rellenar horas evocando las sensaciones que sugiere una llamada teléfonica. Carlos no comía magdalenas y no sabía quien coño era Proust. Hablamos de 2 minutos.
Tartamudeos, manos sudorosas, telefono mojado y finalmente el incómodo y distante pi pi pi,pi pi pi. Todo había acabado..o quizás todo estaba por empezar.
Aunque como decía Primo Levi, ningún sentimiento de dolor es imperecedero puesto que la esperanza de que cese acaba convirtiendo dicho dolor en una asequible monotonía, Carlos no entiende como alguien pudo sobrevibir al Titanic, a Auschwitz, a la peste.
Ahora diambula sobre el asfalto y sigue las flechas dibujadas en el suelo para dejarse sorprender cuando cada día llega a un sitio diferente. Quizás algún día, encuentre aquel maldito perfume. Cuando lo haga, no olvides advertirle que ya es demasiado tarde como para pedirle cuentas.

viernes, marzo 24, 2006

PALABRAS ERRANTES


Tengo miedo a escribir. Sufro al acariciar las teclas de mi ordenador y al sujetar un bolígrafo entre mis dedos. Es un terror irracional a encontrame de repente a la defensiva ante palabras que han viajado durante años para encontrarme aquí, sentado sobre una silla y frente a la pantalla. Me observan desde arriba y derraman una lágrima que delata la decepción que he supuesto para ellas. No soy la pluma que merece plasmarlas en el papel. No soy capaz de representarlas con el color que han adquirido en su viaje, con la viveza que el tiempo y la experiecia han grabado sobre ellas. Tan sólo serpenteo entre sus cuerpos achatados o rectilíneos sin dejarme tocar por su rugosa piel.
Odio verlas partir. No se detienen a mirar hacia atrás. Ya no les queda ningún gesto de compasión o nostalgia. De nada les sirve llegar a una Ítaca cuyos cimientos no son lo suficientemente fuertes como para mantenerlas. Vuelven a ninguna parte como figuras errantes a las que les fue arrebatado su hogar.

jueves, marzo 23, 2006

RESISTENCIA LETRADA


No tenia talento. A veces le costaba asumir aquella irremediable pérdida que sin embargo nunca había poseido. Las palabras ya no dibujaban melodías. Ni siquiera fue capaz de componer un último grito que certificase su defunción.La muerte que tuvo fue lenta y silenciosa. Surcada por las desafinantes notas de un olvido que primero fue ajeno y más tarde, propio.
Nadie notó que de sus ojos ya no se desprendían palabras. Que sus manos no escondían el deseo de ser oidas. Si frustrante es para un creador olvidar su arte peor resulta contemplar como aquel arte se olvidó de su creador.
Quizás algún día aprendiese a componer a través de los oídos. Pero de momento tan sólo era capaz de entender aquello que su mano trazó un día sobre el papel y que el tiempo se encargó de ensuciar. Era su guarida, el último resquicio de la resistencia letrada. Era la última ley que le concedía el derecho a existir.

domingo, marzo 12, 2006

TUNEZ6. La sonrisa del autóctono.



Parecía una postal. O aun mejor, un escenario idílico dibujado por algún hábil árabe para que 30 guiris se concetrasen en aquellas puertas del cielo con su reflex digital. Nosotros no fuimos menos, o mejor dicho, no fuimos más.

Varios autóctonos pasaban frente a nosotros y sonreían. Puede que fuera el orgullo que suele aflotar en las personas cuando un extranjero en sus tierras manifiesta de manera explícita o implicita la hermosura de cierto paisaje, monumento o catedral. Aunque quizás lo que les movía a sonreír estubiera relacionado con la sensación de superioridad que siempre tiene un autóctono sobre cualquier turista accidental que llega a su país como podría llegar a Georgia sin notar apenas la diferencia.

Es complicado identificar cual de estos sentimientos movía a aquellos tunecinos a sonreir-aunque no necesariamente tenían por que ser precisamente alguno de estos dos-. En cualquiera de los casos, la sonrisa esgrimida es ciertamente parecida: se asemeja al gajo de una naranja con uno de los extremos amputados, por lo general el derecho. Son sonrisas interiorizadas pero que sólo cobran importancia de cara al exterior. Son además, terriblemente ofensivas ya que no son fruto de algo gracioso pero tienden a resultar incómodas a quienes las reciben.

Tras las fotos de rigor, dimos la espalda a aquellas puertas del cielo. Un pequeño gato permaneció estático contemplando como nos ibamos (perdon, nos marchábamos). Miraba como sin saber que decir, que hacer...y es que el pobre aun no le habían enseñado a sonreir.

miércoles, marzo 08, 2006

POMPEYO


Pompeyo entra en el metro. Apenas puede mantenerse erguido. Camina sobre sus talones por miedo a caerse de bruces. Por miedo a no poder reaccionar si ésto ocurre.
La gente le mira y él sabe porqué. Desde hace bastante tiempo posee el don o la maldición de no pasar desapercibido. A Pompeyo le gusta definirse a si mismo como un trasgresor, como un pintoresco.Cuando un joven o una anciana ponen sus ojos en él, no puede refrenar el impulso de saludar de manera efusiva a su observador. Se pone de rodillas, intenta rodearle con sus brazos, gesticula de la manera más exagerada que se pueda imaginar. Pero sus excentricidades no son siempre bien recibidas. Cuando algún niño sale corriendo al ver como Pompeyo- metro 80, 95 kilos- se avalanza sobre él, nuestro protagonista, con gesto taciturno, mira al suelo y recuerda con cierta nostalgia aquella vida anterior en la que su presencia pasaba desapercibida.
LLega el tren. Entra y se acomoda en el asiento del centro. Un grupo de señoras, de jóvenes o de niños (¿acaso importa?) se sientan junto a él. Pompeyo les mira y siente que tiene ganas de sonreír. De salirse del cliché en el que está encasillado por el hecho de no tener hogar, de oler mal, de ser un vagabundo. Siente que tiene ganas de hablar. Aun le quedan cosas que decir. Prepara una frase con la que despertar en sus acompañantes cierta curiosidad y una disponibilidad gustosa a entablar conversación. Déjeme decir que estoy de acuerdo con eso o quizás, ¿que opinan de las obras?, es horrible. Pero Pompeyo no encuentra las palabras. Pasan las estaciones y el verbo que busca sigue agazapado en algún rincón olvidado de su memoria. Aquel grupo de personas parece elevarse a cotas demasiado altas, inalcanzables. Les mira y siente ganas de huir. Siguiente estación rios rosas. Si al menos pudiese decir adios. Si al menos fuese capaz de lograr que alguien supiera cual es el tono de su voz, cuales son los gestos que usa al hablar...Pompeyo sale del metro mientras aun sigue buscando las palabras.

SoLO


Miro por la ventana. Efectivamente no hay nadie en la calle. Y no es algo que pueda extrañar puesto que es una lluviosa tarde de noviembre (ploc, ploc, ploc). Corro la cortina hasta verme inmerso en una absoluta oscuridad. Por fin solo. (shhh)
Solo, solo, solo solo, solo... para pronunciar sOlO, sólo hay que separar el labiO superiOr del inferiOr. Hacer que la bOca adOpte la fOrma de una circunferenia achatada por los pOlOs. Y en el centrO, estas tu. Eres el diámetrO, el radiO y la superficie. En solo, hay espacio suficiente cOmO para acOmodarse y también, si lO deseas, para dar un paseO sObre ti mismo(toc, toc, toc)-ejercicio no recomendado por los especialistas en egocentrismo patologico-.
Una fuerte brisa de luz me gOlpea, me noquea. La puerta se ha abierto. La iluminación ha desnudado sin piedad las paredes, el suelo. Sólo un pequeño recodo permanece sumido en la oscuridad.Los labios se juntan, el circulo se cierra. Y en la calle ya no se oye apenas caer gotas sobre la calzada.Los gatos salen de sus escondites, los zapatos vuelven a caminar sobre las aceras.
Schh,ploc,shhh, toc, toc,toc, ploc, toc, toc...

domingo, marzo 05, 2006

TUNEZ 5. La no visita al desierto.


No quiero que me lo cuentes. Aun no. No es momento de desatar la venda. Si, si, se que es posible que no pueda verlo, pero aun así no quiero que me lo cuentes.Se que lo estás deseando, que pagarías por hacerlo, pero no permitiré que tus palabras emborronen mis recuerdos. En mi memoria están tatuadas todas aquellas letras que un niño escribió sobre la arena. En mis zapatillas aun quedan minusculos granos de miel en polvo. Mi cuerpo descendía en posición fetal desde lo alto de un montículo en cuya cima los rayos del sol hacían su aparición tímidamente, de modo parecido a como la luna se esconde en el cielo durante el día o a como unas pequeñas hojas se camuflan con el tallo bajo los pétalos de una rosa.
Admiraba la manta color cielo que se extendía hasta donde mis ojos llegaban a ver. También a su hermana gemela, cuya terrenalidad había hecho que adquiriese un tono amarillento. Quieren converger, quieren tocarse... Al no lograrlo, se amparan en su aparente infinitud. Como dos vidas que transcurren por caminos paralelos sin llegar nunca a rozar sus manos.

sábado, marzo 04, 2006

TUNEZ 4. Regateando el cielo



Y de allí se va al cielo. Oigo decir a un autóctono- alto con cara de pocos amigos, ojeras, sandalias verdes- que en men0s de diez pasos ya puedes tocarlo. Una pareja de enamorados acaba de comprar el billete. ¿El precio? Para ti, que eres español, 50 dinares. Si si, tu catalán, a los americanos les cobro el doble.
Tengo la tentación irresistible de oler los residuos de cielo que llegan a donde me encuentro- acera de adobe no demasiado antigua pintada de blanco y llena de cáscaras de pipa-. Una fragancia de color cachimba se extiende por mi cuerpo. Monopoliza mis sentidos. Doy un paso, doy dos,...30 dinares, es mi última oferta.
Pero es imposible no quedar seducido por aquellos ojos de Grace Kelly. Por aquel girasol emergente que nace 365 días al año. El deseo y la necesidad se confunden. Piel de camello amigo. Doy un tercer paso. Doy un cuarto. Miro una y otra vez hacia el lugar de donde proviene aquel olor que sabe a inmortalidad. Y de allí se va al cielo.

jueves, marzo 02, 2006

CUANDO TU ME FALTABAS(breve paréntesis dentro de la serie sobre Tunez)


Por que sé que quizás esta carta jamás te llegaría, porque sospeché que nunca sabrías de ella más que por aquellos pequeños extractos que pudiesen serme útiles. Porque intuyo que puedas negarte a tocar mis letras emborronadas por una angustia indescriptible.
Te necesito. Era tu ausencia la que notaba aquella mañana en que apenas pude oler las palabras que siempre me encantó acariciar. Cuando tu no estabas, cuando tu me faltabas.
Las golosinas sólo me dejaban oir tus manos. Sólo me dejaban sentir el verde de tus pómulos tapando un cielo color tierra. Tápalo ahora, tápalo siempre. Prohíbeme dejar caer los párpados ante un nuevo amanecer. No me busques mañana, quizás aun sea pronto. Cubreme los ojos con una cinta bien apretada. No olvides dejarme ver a través de ella. Impideme pensar en cuando tu no estabas, cuando tu me faltabas.
Si mis palabras no acarician tus oídos, míralas de cerca. Tócalas. Guíalas por calles estrechas. Llévalas junto a ti. Un día aprenderán a quererte. Si mis manos te esquivan, trata de comprenderlas. Nunca antes oyeron tu mirada, nunca antes sintieron tus susurros. Desde un altar erosionado y a punto de derruirse,desde el borde de un barranco, tan lejos, tan cerca, te necesito. Siempre te he hechado de menos, cuando tu no estabas, cuando tu me faltabas...