sábado, diciembre 01, 2007

miércoles, noviembre 14, 2007

¿Qué iba diciendo?

Las palabras salían abrasadas, muertas, de su lengua humeante. Una bufanda con subrayado punto raya punto cubría su garganta de cacofonías. Se rumorea que a veces calla para oir el eco de su silencio. Sólo durante unos segundos. Será porque la falta de palabras no le dice nada, será porque el silencio calla más de la cuenta, reinicia la cháchara apenas sus labios se cansan de ser siameses. ¿Qué iba diciendo?
(Imagen: Max Ernst "Los hombres no se enteran de nada")

miércoles, noviembre 07, 2007

El cristal


Se trata de una extraña capacidad que tienen algunas personas: hacer inmortales sus frases sobre la superficie empañada de espejos y ventanas. Muchas veces intenté llevar a cabo con éxito esta tarea encontrándome, una y otra vez, con la muda respuesta del cristal. Dicen que apenas se deja seducir, el vidrio, por unos pocos afortunados que hallan en la yema de sus dedos, el algoritmo cartesiano de la inmortalidad. No es cuestión de empeño, dicen algunos, tampoco de talento. ¿Cuál es la solución pues? ¿La suerte?.
Empeñado en demostrar lo contrario paso las noches de invierno frente a la ventana. En mi cruzada contra el azar grabo en el cristal pensamientos que, como gotas de lluvia, se deslizan por la superficie de la ventana hasta caer, tristemente, en inmundos charcos de tinta mojada. Nadie distingue entonces, mis palabras de todos esos infames vocablos que niños, ingenieros y mascotas articulan sobre sendas cataratas de vidrio. Y yo maldigo la suma de factores inasibles que me impiden perdurar, la suma de miguitas de papel que llevan mi tinta azul a la superficie de un folio negro. Yo maldigo mi cristal porque permanece frío como un témpano.

Your song



Aquella canción de siempre. El metro a las 9 de la mañana, empujones, los pies desafiando la ley de la gravedad, ganando segundos a las legañas, ¿Cuántas pisadas caben en mi tintero?.
Aquella canción de siempre. El envolvente ritmo que marcan las teclas del ordenador. El dispensador de coca cola, agotado de hacer horas extra. Y esa esquina de cristal donde mi culo quema horas al son de miradas agradecidas. Acordes de cultura embotellada anuncian el final de aquella canción de siempre. Lo siento, pensaba antes, hoy tampoco cabes en ella.
Sin embargo, ahora la melodía desafina. Y cuando los instrumentos de viento se llenan de saliba y se deanudan las cuerdas de los violines, yo me pregunto si en el fondo aquella cancion no llevo siempre tu nombre.

domingo, octubre 07, 2007

Para la nada


Escribo. E-s-c-r-i-b-o. Vocación, devoción, obligación...Juntar letras, palabras, ¿quién no puede hacerlo? Porque los significados mueren en el papel, porque nunca nadie podrá distinguir la sangre del tomate. La vida transcurre escondida tras la sombra de mis palabras favoritas, aislada, pidiendo paso en cada galimatías que mis dedos juguetones se empeñan en hilvanar. Pero ya no. Las teclas del ordenador, el mecanismo de tus ojos,... son demasiados flitros para mi introspección exhibicionista. Tecleo para no decir nada, e-s-c-r-i-b-o para colocar un candado sobre mi vulnerada, mi vulnerable conciencia. Cómo el sol, que ilumina todo aquello que le rodea para impedir que alguien pueda llegar a contemplar, algún día, cuales son en realidad sus formas. Escribo para la nada.

domingo, septiembre 23, 2007

La leyenda del escritor par



Cuentan que ninguno de los dos se llegó jamas a conocer. Otros afirman que, en cambio, mantuvieron una correspondencia durante más de 5 años. Aquel 12 de agosto del 98 los críticos más feroces del mundo entero se cernieron sobre Alfredo Pérez y Russel Crosby. La acusación de plagio fue en su momento, la más suave de cuantas recibieron y con el tiempo, la que pasó a originar toda la polémica. Y es que nadie pudo explicar de un modo coherente porque el mismo día, en dos ciudades separadas por 6000 kilómetros, dos personas distintas pudieron publicar el mismo libro, casi palabra por palabra y coma por coma.
El título de la obra era "La leyenda del hotel inexistente" ("The legend of never extisted´s hotel" en la versión de Crosby). La novela versaba acerca de cierto hotel donde sus inquilinos podían mantener por completo su anonimato durante su estancia. Ni un solo trabajador podía hacer acto de presencia frente a un cliente, de tal modo que sólo quedaba de éste el nombre, el número de dni y la cuenta bancaria. En ambas historias- que no olvidemos, no dejan de ser una misma -, el protagonista es un joven escritor llamado Miguel Cuartero (Michael Ford) que acude al hotel deseoso de encontrar en la soledad, la inspiración que la gran ciudad le impide alcanzar. Cuando la primera noche recibe la cena por una trampilla situada en la parte inferior de su puerta, se sorprende del perfecto funcionamiento del lugar: nadie, absolutamente nadie podrá perturbar su tranquilidad. El servicio es excelente y recibe en su habitación todas y cada una de las cosas que solicita por teléfono. Nunca coincide con otros clientes: es como si el mundo se paralizase ante él. A partir del cuarto día, se le antoja desenmascarar las imperfecciones que, sin duda, tendrá el hotel. Para ello espera junto a la puerta a que suban su cena. Cuando ésta llega, sale bruscamente al pasillo donde se encuentra ante la sorpresa de que no son trabajadores sino pequeños robots los que suben las bandejas a las habitaciones. Busca sin éxito pasillo por pasillo y sala por sala, a algún empleado o habitante extraviado. Al quinto día, desesperado por su aislamiento, huye del hotel. Cuando llega a la ciudad descubre aterrorizado que por alguna extraña e inexplicable razón, no hay ni un solo habitante en ella: su soledad es ahora total y absoluta. ("he was involved in an absolut feeling of loneliness").
Cuando Alfonso Pérez concluyó de leer el relato de Crosby, aproximadamente cuatro horas después de que estallase la polémica, no pudo disimular ni su sorpresa ni su molestia ante la evidencia del plagio del que había sido víctima. Resulta que las reacciones de Crosby fueron las mismas. Y así continuaron los próximos días, adjudicándose la originalidad de la obra. Ya que la de Pérez fue inscrita en el registro de la Propiedad Intelectual unas pocas horas antes que la del americano, a ella se le reconoció la autenticidad. A renglón seguido, un juez afirmó que si "La leyenda del hotel inexistente" se inscribió antes, fue debido a la diferencia horaria entre ambos países: cuando Pérez lo hizo, eran en Estados Unidos las 5 de la mañana, hora poco apropiada para registrar "The legend of the never existed´s hotel". El proceso se alargó más de la cuenta y comenzaron a surgir interpretaciones alternativas que defendían la existencia de un acuerdo previo entre Pérez y Crosby. Resulta que el primero tenía un conocido que, gracias a cierto programa de intercambio, se hospedo en casa de la novia de un amigo del segundo. Las especulaciones atribuyen a esta coincidencia el origen de la relación entre ambos jóvenes que, según las descripciones que sus conocidos hacen de ambos, guardaban bastantes semejanzas en cuanto a su personalidad.
Ante los rumores, Crosby y Pérez no tardaron en afirmar que jamás habían oído hablar el uno del otro. Un análisis psicológico al que se sometieron ambos jóvenes reveló que, habían sido expuestos a circunstancias muy distintas a lo largo de su vida, y que, quizás como consecuencia de ello, sus personalidades estaban muy lejos de parecerse. Más allá del gusto común que ambos tenían por Kafka, Ferdinand de Celine y la escritura, pocas más eran sus semejanzas. Crosby era un joven neoyorquino de clase media, mientras que Pérez se movía, desde su nacimiento, en las altas esferas de la sociedad madrileña.
"Las ideas son patrimonio de la humanidad" afirmó Gerald Nusemiv, afamado autor de un polémico ensayo acerca de la capacidad de comunicación extrasensorial. "Las ideas no acompañan al hombre sino que es el hombre quien acompaña a las ideas. Las capta, a través de la intuición y las materializa de la mejor manera posible, de tal modo que una misma idea puede calar en dos personas al mismo tiempo en dos lugares totalmente distintos - pero en esencia iguales" Esta apreciación, aunque interesante, no tuvo una gran repercusión puesto que de lo que se trataba era de dos obras que coincidían, no en la idea general, sino en todas y cada una de las palabras.
Cuentan que ninguno de ellos volvió a tocar la pluma en un largo periodo de tiempo. Quizás porque uno pensaba en lo que el otro excribiría, intentando distanciarse de ello a través de la frágil intuición, quizás porque la invisible unión de ambos se rompió una vez se hizo patente, a los dos les inundó, por un lado la certeza de no poseer la exclusividad de las ideas, y por otro, una inexplicable incapacidad a la hora de plasmarlas. Y así cuando Pérez, varios años después, estaba a punto para publicar "Esa cuestión de copas", una de las primeras cosas que hizo fue contactar con las principales editoriales norteamericanas para ver si, por alguna casualidad, cualquiera de ellas tenía preparado el lanzamiento de un libro que tuviera como autor a Russel Crosby. La negativa fue general, lo cual más que sorprenderle, le alivió. Cuando telefoneó a la "Miller´s editorial", le transmitieron la inesperada noticia: Russel Crosby había muerto hacía dos meses. Cuentan sus allegados que el hecho fue cobrando un significado cada vez mayor en Alfredo Pérez. A la indiferencia inicial le siguió una cierta inquietud que acabó desembocando en una profunda incertidumbre.
Para cuando decidió viajar a Estados Unidos a conocer a la familia Crosby, su libro ya era tildado por la crítica como un "tonto juego de palabras elevado a la inmerecida categoría de novela". Conocer a Tilda y Greg Crosby no supuso un alivio para Pérez, que volvió de Nueva York con las manos vacías y un solo dato de cierta relevancia: Russel nunca volvió a entregarse plenamente a la tarea de escribir.
Al llegar a su habitación de Madrid garabateó unas palabras: "las ideas no nacen por si mismas, no nacen de una persona, no nacen de un momento… nacen del intercambio, visible o invisible…" y Alfredo Pérez no supo como continuar. Una sensación nació en aquel preciso instante, y según el mismo afirmó, se prolongó durante el resto de su vida: a feeling of absolute loneliness.

viernes, agosto 03, 2007

Exahustivo análisis de la falta de inspiración



Y de repente, así, sin avisar, la historia decidió dejar de escribirse. La primera persona perdió el sentido y la tercera, perdió el rastro de la segunda, originando, a causa de ello, un irreconciliable amalgama de desencuentros. Una gritaba yo yo, la otra tu tu y la última, a duras penas, imitaba los berridos de la primera mientras a fin de de esbozarla de nuevo, tocaba el culo a la segunda, que a su vez, modulaba el tono al mismo volumen del yo yo- aunque siempre un par de milímetros por debajo.
Diagnóstico de problemas:
-El principio se hizo un nudo y eso fue el final.
-La segunda persona tiene demasiados rostros como para identificarla, una y otra vez, capítulo tras capítulo, línea tras línea. Juega al despiste con la primera persona, que disfruta ensimismado de los fuegos artificiales.
-Si bien a un yo, le sigue un tu, en este caso, yo se niega a encasillarse con tu, dando rodeos y rodeos y rodeos. Recientemente, unos testigos le vieron conduciendo su carricoche a las afueras de una panadería. Se rumorea que el le acompañaba: eran como una sola persona según dijeron dos ancianos que degustaban horchata en el momento de los hechos.
Consecuencias: Si se deshace el nudo no hay conclusión y si no hay conclusión, no hay planteamiento, sino hay planteamiento, yo, tu y el se van a freír churros, si se van a freír churros, les subirá el colesterol. Hartos de ser esclavos de hábiles laberintos lingüísticos, reclaman constatar por sí mismos sin morir ahogados en una sopa de letras. Inconveniente: padecen una falta de iniciativa solo subsanable a través de laberintos lingüísticos.
Resolución: En próximas entradas.

domingo, julio 15, 2007

Desdibunado a Sofia



Salvador quería escribir a Sofía el más hermoso de los poemas. Debería empezar por "tu", si, ese era sin duda el mejor comienzo posible. Luego emuló, a través de un inapreciable tic en su labio inferior, el cabello de Sofía. Quizás circulando por sus rizos, descubriría la mejor manera de convertir en palabras aquellos gestos que solo la costumbre, y raras veces la intuición, podían asir. "Tu, que naces de una lluvia de oro, que brillas una vez absorbo de tus raíces, con los ojos tapados, la última gota de la noche".
¿Cómo palpar su esencia?. Los dedos de Sofía son juguetones. Si fueran rojos se confundirían con bengalas, si fueran verdes, con algas que juegan a ser pez, si fueran blancos, se confundirían con viejos manteles que tendidos en la cuerda, sueñan con convertirse en golondrina. Una buena manera de continuar. Las formas de Sofía comienzan a dibujarse…
¿Y qué decir de su boca?. ¿Podría ser también una buena manera de llegar a ella?. Cogió su bolígrafo y prosiguió. Esa nube de caramelo que surca el mar y se ve tímidamente reflejada en mi cielo. Pista de patinaje con sabor a frambuesa, piel de serpiente desteñida. Añoro esa dulce gotera que filtra, poco a poco, desde el puerto de tu boca, pequeñas porciones de deseo.
Suena el teléfono. Es Sofía- su voz, capaz de dibujar un significado propio para cada palabra, de acariciar los sonidos hasta darles el color de la porcelana china. Si, me parece bien que quedemos en un par de horas. Aja, donde siempre. Bien, los llevaré. Un beso.
Suspira. Piensa en Sofía. Suspira. Coge el bolígrafo. ¿Por donde iba?. Sus brazos, ciegas manecillas de trigo que bailan, tímidamente, al lento compás de los girasoles.
Y deja de escribir. A Sofía no le sienta bien la tinta. Saca un nuevo folio. Rehace cada uno de sus rasgos. Su pelo oscuro, que vierte en la plaza gelatina de mora, que vacía de arena las orillas del desierto. Su nariz, … su nariz, su nariz… del color de sus ojos, del olor de esos párpados que en lugar de cerrarse juegan a ser versos. Deja de escribir. El cuerpo de Sofía se diluye en la rima asonante del folio. Sofía, Sofía,… Y desaparece. Sin duda ha salido un hermoso poema.
(Imagen: fotografía de Sylvia Plachy(sin titulo)

miércoles, julio 04, 2007

Desierto



Y el desierto se vacía, poco a poco. ¿Quién hizo el agujero?. Y esas líneas, rectas o curvas, curvas y rectas, surcan el rostro de aquel capaz, cada mañana, de realizar su autoretrato sobre el cristal. Y en cada retina, una falda juega a ser mujer. Pero el desierto es cada vez más pequeño y las dunas han perdido sus curvas.
Cada grano, ¡aférrate a él!, cada grano desprende recuerdos, recuerdos que se materializan en palabras, palabras que se conforman con ser miradas, miradas que se pudren en el tintero, siempre tan solitario, seco, siempre tan lleno de recuerdos. Eterna fuente de fábulas.
Y mientras, la vida se desliza sinuosamente en torno a la pluma. ¡Desconfía!, es en el rostro donde quiero padecer sus achaques. Invocar un paraíso perdido, revivir su intensidad a través del efecto adormecedor de la fusta.
Por suerte, aun en el desierto las manzanas susurran nubes de colores. Aun mis dedos dibujan pequeñas serpientes. Aun mi boca permanece cerrada a las autovías provinciales. Pero, ¿por cuánto tiempo?. Cuando los escorpiones no tengan arena bajo la que esconderse, cuando cada grano sea agua, cuando toque flotar a la deriva, arrastrado irremediablemente hacia playas de piedras. Entonces recordaré que un día fuiste grano...y te dejé escapar.

sábado, mayo 19, 2007

Pequeño anécdota (algo manipulada) acerca de Gustavo



Sentados en un bar cuando se le acercó a Gustavo una joven bastante atractiva. Él la miraba desde hacía unos cuantos minutos, y a la chica pareció gustarle su mirada. Tal vez encontrase colgado de sus ojos un mono señalándola el camino a casa. Puede que fuesen aquellos pantalones con los que Gustavo parodiaba a Travolta. O quizás, atraídos a causa de sus sistemas inmunológicos compatibles, decidieron que aquella noche era el momento indicado para copular en los baños del peor garito de Tribunal. La realidad es que, cuando apenas me había dado cuenta, estaban sentados cachete con cachete hablando de fenómenos medioambientales como el amor a primera vista. No me costaba demasiado imaginarles verificando su atracción mutua a través de la saliva, pero Gustavo es hombre de demasiadas palabras. Habían transcurrido cerca de veinte minutos y ambos continuaban intercambiando insulsos comentarios mientras, de manera silenciosa, ansiaban olerse, irresponsablmente, hasta secar su piel de todo atisbo de pudor.
De repente, Gustavo decidió que era el momento de hablar de comida. En honor a la síntesis y a la explicitez, vomitó sobre la joven un par de kilos de paella. Nadie se explica porqué, ella huyó despavorida prescindiendo así de la conversación que le ofrecía mi amigo. Gustavo salió corriendo del bar para acabar la faena. Se sentó en la acera y miro a derecha e izquierda buscando a la joven que, por otra parte, debía estar ya llegando a su casa. Tras desistir, entró de nuevo en el garito y pidió otra copa. Cuando a eso de las 7 de la mañana se sentó frente a su ordenador, recreo al detalle los labios de aquella chica. Habló de evasión, de ojos con sabor a mar y de palabras que huelen a agua de rosas. Ni una sola mención a la paella. Y es que para mentir, ya está la realidad.

domingo, marzo 25, 2007

Un personaje en busca de su independencia. Capítulo segundo



Apenas habían pasado unos meses cuando me fijé en una joven estudiante de X llamada Paula. Aun amo a Laura, pero los trazos con que se esboza nuestra relación son los de un cuadro de Rosseti, los de una novela de Balzac. El día nace y mi creador me hace odiar esas persianas que se corren por inercia, esos párpados de terciopelo que duermen más horas de las que de deberían, ese rostro que siempre gime a destiempo. Paula es distinta, un personaje digno de la más ágil de las plumas. Tras quedar con ella en un par de ocasiones, descubro que es mi deber enamorarme de ella. Pero es este un deber que acometí con la mayor de las naturalidades. Sus manos, frágiles portadoras de lascivia; sus dedos, pequeñas barras de merluza cocidas en alguna cafetería de bohemios. No eran sus rasgos aquellos con los que soñaba antes de conocer a Laura, pero eso no le importa a mi creador y siendo realistas, tampoco a mí, abierto como estoy a cualquier tipo de belleza. La ruptura con mi querida pintora fue dolorosa. Sus lágrimas se deslizaron por sus ojos, descendieron a través de sus ropas, y aprovechando una pequeña grieta dibujada bajo la ventana llegaron a las aceras de la ciudad, que recorrerieron hasta convertirse en agua de alcantarilla. Mientras, yo salía de su apartamento soñando con un milagro, que el día de mañana, originaría nuestro reencuentro. Pero el arte ha condenado nuestra relación.
Corrí a citarme con Paula. Quedamos en un rincón de Madrid , cualquiera donde poder buscarnos sin encontrarnos en horas. El azahar nos juntó frente a la estatua de Víctor Hugo. Ella me esperaba armada con una caja de bombones y un saco de preservativos.

sábado, marzo 24, 2007

Un personaje en busca de su independecia. Capítulo primero



Soy un personaje que quiere salir de este folio. Durante las próximas hojas, haré lo que sea necesario para lograr, al fin, ser libre. No es algo fácil ya que mi creador, un narcisista convencido, es consciente de que sólo a través de mi presencia, puede convertir su vida en arte y su arte, en algo cercano a la vida.
Primero voy a enamorarme. Ella es una joven pintora. Sólo tiene 21 años y, siguiendo a Gide, mi creador dará a cada lector la posibilidad de otorgarla los rasgos que desee. Rasgos que me incitan a amarla locamente. Sentado en un bar la observo mientras cruza la calle, admiro el movimiento descompasado de sus brazos, suaves manillas de un reloj que siempre incita a almorzar. Ella no se percata de mi presencia. Cuando lo hace, es ya demasiado tarde como para esquivar el aciago destino que, la tinta negra ha tatuado sobre mi hoja en blanco. Ella me mira y descubre, simulado obviar el influjo de la pluma, que desea hacerme suyo. Cierto que podríamos habernos casado, podríamos haber sido felices, haber viajado, procreado, discutido, reconciliado… pero no fue así.
La vida a veces imita al arte, y el arte, tiende de manera irremediable a la fatalidad.

miércoles, marzo 21, 2007

La corriente del agua


Aridez. Hace tiempo que el agua no moja mis pies,..He olvidado cómo se ven las cosas a través de tus ventanas redondas, siempre con ese inconfundible sabor a mar. Las miradas perdidas anunciaron tormenta pero se quedan en gotera. El recuerdo amenazaba con pintar tu rostro de verde y lo cierto, es que apenas alcanzo a unir los puntos de los que me sirvo para esbozarte cada día. Dime, ¿Te conformarías con ser un Michaux?
Siento que tus palabras no rimasen más que en mi imaginación. Con el tiempo, he olvidado las estrofas pero no la pluma. Reconozco que tus versos tienen derecho a asociarse libremente en sindicato, pero esto no es una película de Ken Loach: tus palabras son incapaces de enfrentarse a un folio en blanco. Querido Anónimo, el arte debe ser tu laurel de rosas, no tu corona de espinas.
Muy tarte para recrear pero demasiado pronto para olvidar. Yo debo ser ya un pequeño y difuso punto- espero que no un punto negro-. Como la estela de un avión que sobrevuela esos cabellos negros sin apenas dejar, sin atreverse a dejar, un pequeño rastro de su caricia. Lo cierto es que entre mis dedos aun hay arena, agazapada y a la espera de ser arrastrada por la corriente del agua.

lunes, febrero 12, 2007

Epitafio de bienvenida



"Transgredir por transgredir. Dirtransgrer por gedirtrans"
Bonito epitafio, pensé al leer aquel conjunto de letras desordenadas y que, de manera maravillosa, ordenaban el recuerdo que de aquel autor me había hecho durante la larga travesía. Cuando comencé la búsqueda era aun de día, y ahora, la oscuridad, como una mancha de aceite, se ha solapado sobre la luz jugando a ser noche. Pero no es de noche. Lo intuyo por el pequeño escupitajo de luz que ilumina el epitafio. Y la larga travesía no ha podido ser lo suficientemente larga como para acabar con el día así, de un plumazo.
Y ahora que estoy frente a la tumba, no es tan significativo el sentimiento que me sobreviene. Es cierto que mi gesto se ha contraído y que las lágrimas circulan por mi mejilla excediendo los límites de velocidad permitidos. Pero todo es una ilusión: forma parte del lugar común en el que debo incurrir ante el sacro foso donde reposa la materia gris de mi pluma, marchita como la piel ardientes de nuestros momentos. Y sino lo hiciera de este modo, la culpa me sobrevendría y entonces, entonces si que se haría de noche.
Transcurren veinte minutos y aun permanezco de pie frente a la tumba, leyendo y releyendo el epitafio del derecho, del revés y en espiral. Mis piernas están cansadas y el escupitajo de luz se abre en forma de abanico, que agitando sus alas de terciopelo, me transmite un frío sepulcral. Pero aun debo permanecer más tiempo. Qué fácil sería si no temiese a la noche. Pero lo cierto es que la temo... y nunca sabré trasgredir por trasgredir.