domingo, marzo 25, 2007

Un personaje en busca de su independencia. Capítulo segundo



Apenas habían pasado unos meses cuando me fijé en una joven estudiante de X llamada Paula. Aun amo a Laura, pero los trazos con que se esboza nuestra relación son los de un cuadro de Rosseti, los de una novela de Balzac. El día nace y mi creador me hace odiar esas persianas que se corren por inercia, esos párpados de terciopelo que duermen más horas de las que de deberían, ese rostro que siempre gime a destiempo. Paula es distinta, un personaje digno de la más ágil de las plumas. Tras quedar con ella en un par de ocasiones, descubro que es mi deber enamorarme de ella. Pero es este un deber que acometí con la mayor de las naturalidades. Sus manos, frágiles portadoras de lascivia; sus dedos, pequeñas barras de merluza cocidas en alguna cafetería de bohemios. No eran sus rasgos aquellos con los que soñaba antes de conocer a Laura, pero eso no le importa a mi creador y siendo realistas, tampoco a mí, abierto como estoy a cualquier tipo de belleza. La ruptura con mi querida pintora fue dolorosa. Sus lágrimas se deslizaron por sus ojos, descendieron a través de sus ropas, y aprovechando una pequeña grieta dibujada bajo la ventana llegaron a las aceras de la ciudad, que recorrerieron hasta convertirse en agua de alcantarilla. Mientras, yo salía de su apartamento soñando con un milagro, que el día de mañana, originaría nuestro reencuentro. Pero el arte ha condenado nuestra relación.
Corrí a citarme con Paula. Quedamos en un rincón de Madrid , cualquiera donde poder buscarnos sin encontrarnos en horas. El azahar nos juntó frente a la estatua de Víctor Hugo. Ella me esperaba armada con una caja de bombones y un saco de preservativos.

sábado, marzo 24, 2007

Un personaje en busca de su independecia. Capítulo primero



Soy un personaje que quiere salir de este folio. Durante las próximas hojas, haré lo que sea necesario para lograr, al fin, ser libre. No es algo fácil ya que mi creador, un narcisista convencido, es consciente de que sólo a través de mi presencia, puede convertir su vida en arte y su arte, en algo cercano a la vida.
Primero voy a enamorarme. Ella es una joven pintora. Sólo tiene 21 años y, siguiendo a Gide, mi creador dará a cada lector la posibilidad de otorgarla los rasgos que desee. Rasgos que me incitan a amarla locamente. Sentado en un bar la observo mientras cruza la calle, admiro el movimiento descompasado de sus brazos, suaves manillas de un reloj que siempre incita a almorzar. Ella no se percata de mi presencia. Cuando lo hace, es ya demasiado tarde como para esquivar el aciago destino que, la tinta negra ha tatuado sobre mi hoja en blanco. Ella me mira y descubre, simulado obviar el influjo de la pluma, que desea hacerme suyo. Cierto que podríamos habernos casado, podríamos haber sido felices, haber viajado, procreado, discutido, reconciliado… pero no fue así.
La vida a veces imita al arte, y el arte, tiende de manera irremediable a la fatalidad.

miércoles, marzo 21, 2007

La corriente del agua


Aridez. Hace tiempo que el agua no moja mis pies,..He olvidado cómo se ven las cosas a través de tus ventanas redondas, siempre con ese inconfundible sabor a mar. Las miradas perdidas anunciaron tormenta pero se quedan en gotera. El recuerdo amenazaba con pintar tu rostro de verde y lo cierto, es que apenas alcanzo a unir los puntos de los que me sirvo para esbozarte cada día. Dime, ¿Te conformarías con ser un Michaux?
Siento que tus palabras no rimasen más que en mi imaginación. Con el tiempo, he olvidado las estrofas pero no la pluma. Reconozco que tus versos tienen derecho a asociarse libremente en sindicato, pero esto no es una película de Ken Loach: tus palabras son incapaces de enfrentarse a un folio en blanco. Querido Anónimo, el arte debe ser tu laurel de rosas, no tu corona de espinas.
Muy tarte para recrear pero demasiado pronto para olvidar. Yo debo ser ya un pequeño y difuso punto- espero que no un punto negro-. Como la estela de un avión que sobrevuela esos cabellos negros sin apenas dejar, sin atreverse a dejar, un pequeño rastro de su caricia. Lo cierto es que entre mis dedos aun hay arena, agazapada y a la espera de ser arrastrada por la corriente del agua.