miércoles, abril 16, 2008

Un encuentro inesperado


Al torcer la esquina, sumido en una profunda meditación acerca de si el rojo o el verde pegan bien con el cabello castaño de Paula, Alberto se encontró, siete años después, con aquella chica, la más amada de cuantas había poseído, la más hermosa de cuantas besó, y que ahora, no era mujer sino hombre. Al verla, pensó en que jamás se le habría ocurrido que unos rasgos tan femeninos pudiesen, de alguna manera, encajar de un modo tan perfecto en el rostro de un efebo. Mara era ahora un varón de rasgos finos, mejillas hundidas e inquietantes ojos rasgados.

La conversación fue breve y vacía. Creo que no puedo encontrar en ella a alguien reconocible, pensó Alberto, sencillamente somos dos deconocidos. Tan sólo persisitía esa tendencia que siempre tuvo ella de juguetear con sus manos al hablar, como si el secreto de sus palabras se dibujase en el tímido movimiento de sus dedos. Alberto pensó, durante unos segundos, en reconstruír todo su ser a través de este pequeño tick nervioso. Reconoció al instante el lunar que ella tenía en el envés de su mano derecha. También alcanzó a reconocer ese "ya sabes" con el que conclía muchas de sus frases, ahoras esbozadas con una voz ligeramente grave. Y se acabó. Cuando se quiso dar cuenta no tenían más cosas que decirse. Mara había muerto y él,... él quizás no hubiera cambiado de sexo pero sí de piel. La dio dos besos y siguió su camino. Sonrió sin saber muy bien porqué. Dos esquinas más adelante pensaba de nuevo en colores. Finalmente optó por el verde.
(Agradezco a Maria la cesión de otra más de sus fotos)