domingo, marzo 25, 2007

Un personaje en busca de su independencia. Capítulo segundo



Apenas habían pasado unos meses cuando me fijé en una joven estudiante de X llamada Paula. Aun amo a Laura, pero los trazos con que se esboza nuestra relación son los de un cuadro de Rosseti, los de una novela de Balzac. El día nace y mi creador me hace odiar esas persianas que se corren por inercia, esos párpados de terciopelo que duermen más horas de las que de deberían, ese rostro que siempre gime a destiempo. Paula es distinta, un personaje digno de la más ágil de las plumas. Tras quedar con ella en un par de ocasiones, descubro que es mi deber enamorarme de ella. Pero es este un deber que acometí con la mayor de las naturalidades. Sus manos, frágiles portadoras de lascivia; sus dedos, pequeñas barras de merluza cocidas en alguna cafetería de bohemios. No eran sus rasgos aquellos con los que soñaba antes de conocer a Laura, pero eso no le importa a mi creador y siendo realistas, tampoco a mí, abierto como estoy a cualquier tipo de belleza. La ruptura con mi querida pintora fue dolorosa. Sus lágrimas se deslizaron por sus ojos, descendieron a través de sus ropas, y aprovechando una pequeña grieta dibujada bajo la ventana llegaron a las aceras de la ciudad, que recorrerieron hasta convertirse en agua de alcantarilla. Mientras, yo salía de su apartamento soñando con un milagro, que el día de mañana, originaría nuestro reencuentro. Pero el arte ha condenado nuestra relación.
Corrí a citarme con Paula. Quedamos en un rincón de Madrid , cualquiera donde poder buscarnos sin encontrarnos en horas. El azahar nos juntó frente a la estatua de Víctor Hugo. Ella me esperaba armada con una caja de bombones y un saco de preservativos.

2 comentarios:

gErT dijo...

¿siempre tiene el deber de enamorarse? podría, a veces, tener el derecho, ¿no?

Uqbar dijo...

Estoy con Gert, pero es un personaje en búsqueda de su independencia quien sabe que ha de romper para ser él