sábado, junio 07, 2008

El nacimiento de Gemma


La ideó y dio a luz con el mayor de los cuidados. Como quien se sabe poseedor, durante unos segundos, de la materialización de un ente abstracto, Alejandro apresaba entre sus dedos algo cercano al concepto de bondad absoluta. Le había costado meses darle forma, retocar sus aristas hasta hacer de las uñas de sus pies pequeñas y redondeadas ramificaciones, del conjunto blanquecino de su alma. Por eso le molestaron especialmente aquellas críticas que tildaban a Nora de personaje hipócrita. Ellos no sabían nada acerca de ella. La intención de Nora no dista mucho de la de una femme fatal. Al abandonar a Marcos, algo que parece ser visto desde un punto de vista misericordioso por parte del autor, se descubre como una egoísta y no como la mujer libre y bondadosa que hasta entonces había aparentado ser, afirmaban.

Alejandro no podía considerar egoismo abandonar a su amante. ¡Era su amante por dios!. Ella opta por volver con su marido haciendo uso de su capacidad de elegir por primera vez: su elección es negarse a ser libre y de por sí, ¿no es ese el gérmen de la libertad, su capacidad de elección?. Era sin duda un personaje redondo, consecuente e inocente y por lo tanto, necesariamente cruel en ocasiones. Nora demuestra su cobardía: no ama a su marido, no ama su vida, no se ama a sí misma. Sólo ama la esclavitud de su alma surcada por los grilletes. Poco importaba que la crítica bendijese la obra si seguía, como hasta ahora, maltratando su finísima recreación del aplomo, la valentía femenina. Cierto es que se exponía a esas lecturas cuando al esbozarla, eludió los medios actuales que tanto éxito le habían dado hasta ahora (en el fondo siempre aborreció esa simplista deconstrucción del ideal femenino proyectado por las sociedades patriarcales y que ahora se vendía como visión moderna de corte feminista). Su Nora fue ideada como una respuesta a todo ello: su gran valor no consistía en fragmentar la visión tradicional (fragmentar significa romper las estructuras manteniendo la base, pensaba Alejandro), sino en aceptarla una vez realizada una elección libre. ¿Cómo podían sugerir, incluso, debilidad en su comportamiento? ¿Cómo podían señalarla ellos, que de nada la conocían, como paradigma de la sumisión clásica?


Si ella escoge volver al hogar es por el miedo a la inseguridad. Cierto. Pero, ¿no es acaso este un motivo como cualquier otro para tomar una decisión?¿No resulta en la sociedad actual, más valiente que la huída a la que tanto estamos acostumbrados?. Tras releer la obra varias veces Alejandro seguía sin entender como alguien podía sacar una interpretación tan poco afinada de la realidad del personaje. Y meditándolo de manera exhaustiva, optó por encarar a Nora frente a un nuevo reto. Ella, en quien tanto confiaba, a la que de manera tan sutil supo encaminar a través de la valiente senda de la autoafirmación, se encontraría ahora, con la inesperada presencia de la amante de su marido. Y así mientras preparaba la obra que limpiaría su imagen de cara a la sociedad, creo el personaje de Gemma. Un debate le asaltó: para demostrar la valía de Nora, ¿con que trazos debería dibujar a su rival?. Quedándose en su superficie, el debate resultaría maniqueísta y en exceso tendencioso, de otro modo, su querido personaje podría quedar algo diluido ante la fuerza de una nueva creación, viva y sensible. Si Gemma tomase formas definidas, correría el riesgo de verla sangrar al pinchar su desdibujado corazón de papel.

Convencido, finalmente, de la necesidad de otorgarla de vida propia, se puso manos a la obra. Primero describió su rostro, menos hermoso pero más sugerente que el de Nora. A ella le aplicaría un rol de perfecta heroína, una sílfide de piedra con labios rojos, demasiado amante de la libertad en sí misma como para elegir libremente alguna vez. Es su presencia, imperturbable, la que cautiva al protagonista. Y su mirada, con ese iris semilla de incertidumbres, fija, ironizando sobre lo que los demás observan y ella apenas se limita a mirar, aquello que considera vulgar por el mero hecho de formar parte inamovible de lo que permanece a la vista de todos. Su primera aparición debería ser, no frente a Nora, si no frente a su marido. Quizás en una cafetería de algún barrio bohemio, o en la estación de tren, cuando el altavoz avisa de la salida del tren que le llevará a casa. Luego comenzarían su relación, poco a poco, siempre supeditada a los caprichos innegociables de Gemma. Y así pasarían los meses. Ella sumiría a aquel hombre en una profunda sensación de incertidumbre ante los vaivenes a los que le somete semana tras semana. ¿Y Nora?...Nora debería resignarse a la decisión que libremente adoptó. Pronto olvidó su rostro, olvidó la antes irremediable atracción de sus dedos sobre la punta del bolígrafo. Pronto Nora fue simplificándose hasta ver reducido su amasijo de inabarcables contradicciones en una puntual decisión gracias a la cual, surgió como de las cenizas, el inalcanzable cuerpo de Gemma.
(Imagen 1 de Maria alias Cartier Bresson. Imagen 2: "Mujer mirando al mar" de Caspar Friedrich)

16 comentarios:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Me ha gustado mucho, me gusta mucho como escribes, espero seguir leyendo muchas cosas como estas de ti.

jorgeimer dijo...

Muchas gracias, pero creo que la historia se me ha ido esta vez. A Nora no se la puede olvidar así por así. La siguiente estará mejor.

Anónimo dijo...

a veces sustituimos algo que creiamos perfecto por algo que parece más novedoso, seductor, etc., rompiendo con todo lo anterior. Luego nos paramos a pensar si lo anterior no era mejor. Hay que ver a que pajas mentales llevan tus textos, pero eso significa que no te dejan indifirente. PS yo me quedaria con nora

Alejandro Marcos Ortega dijo...

No sé, ¿Cómo escritor nunca te ha pasado el pensar que solo lo último que has escrito tiene valor?
Es decir, yo ahora leo relatos míos de hace varios meses y no creo que tengan la (poca) calidad que yo creía que tenían cuando los escribí. Los escritores siempre creemos que nuestra última creación es la mejor.

Gracias po pasarte por el blog, no he leido nada de Dostoievski, ¿Es recomendable hacerlo?

Por cierto, ¿Qué tal el examen de literatura?

jorgeimer dijo...

Todo lo que escribo me creo que tiene un valor tremendo hasta que lo termino, entonces, como en este caso, me acaba pareciendo mediocre. Había una escuela pictórica en el Renacimiento que abogaba por la perfección absoluta y el resultado fue que en toda su historia, sólo sacaron a la luz una obra que, por cierto, no tiene relevancia alguna en la historia del arte. Simpatizo con este grupo por el motivo de que si bien, como dices, mis últimas ideas me hacen creer que todas las tenidas hasta entonces son inferiores, a la hora de intentar materializarlas, se escapan por completo(o tiran por derroteros inesperados). Las ideas son escurridizas, como dice Rosa Montero en ese libro que nos mandaron en clase.

Dostoievski es mi novelista favorito así que te recomiendo cualquier obra suya. Dije "Apuntes del subsuelo" por el tema que tratabas del binomio ego-tristeza(más bien humillación en los libros del ruso) en tu texto, aunque lo cierto es que cualquier novela del autor trata este asunto con mayor o menor importancia. (También lo hace magistralmente Camus en "La caida")

En el examen cayó La Reina de las Nieves. Un gustazo.
Gracias por el juego que das al blog!

Pdta al anónimo: Estamos de acuerdo. Nora me cae mejor aunque intuyo que da más bien poco juego.

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Tomo nota de la recomendación.

Me alegro que volviera a caer la Reina... me han recomendado también de la misma autora Nubosidad Variable, pero aun no pude leerlo.
Y en cuanto a La Loca de la Casa me gustó mucho, me sentí muy identificado (salvando las distancias) con lo que ponía.

Y por cierto, me encanta que este blog tenga juego, espero no volverme pesado con los comentarios.

Nélida Devesa dijo...

Descubrí tu blog por casualidad, en clase de Marketing Social y Político, y desde entonces, me he convertido en fiel seguidora de él. Me gusta mucho como escribes.

Estoy de acuerdo en eso que decís. Yo también escribo y cuando pasa el tiempo, mis relatos dejan de parecerme serios, se me vuelven ridículos... Salvo ahora, que hace tiempo que no escribo algo con lo que verdaderamente me sienta satisfecha, pero sigo escribiendo.

Nélida Devesa dijo...

Carlos Limón me pasó tu blog y el de Pepe también (aunque se equivocó con la URL y nunca llegué a verlo...).

Gracias por leer mi relato, me alegra que te gustara, aunque como ya dije, no estoy muy satisfecha con el resultado. Yo tengo debilidad por los personajes infelices...

Confieso que no había leído el relato de Clarice Lispector, pero lo busqué y me gustó mucho.

Anónimo dijo...

Es complicado que deje de llover esta semana en Madrid, no?

jorgeimer dijo...

Desgraciadamente esta semana se anuncian inclemencias metereológicas por lo menos hasta el fin de semana...Por suerte el verano está a la vuelta de la esquina y a buen seguro habrá un buen puñado de días de buen tiempo.

Uqbar dijo...

Cuando se es cobarde uno se conforma con una serie de sentimientos que pueden abrigarnos por cierto tiempo pero... Cuando uno se conforma con eso su inseguridad asesina al amor.

Anónimo dijo...

:O anda!
el solazo que ha hecho esta mañana!

Anónimo dijo...

La cobardía consiste en mirar sin ser visto, en no atreverse a hablar... Gracias de nuevo jorjón por este textazo.

Por cierto, tenemos un guión pendiente... jejeje

No hace falta que firme diciendo que soy lemon

Anónimo dijo...

"-Está bien -dijo el hombre-. ¿Qué decidiste?
-No -dijo la muchacha-. No puedo.

-¿Querrás decir que no quieres?

-No puedo. Eso es lo que quiero decir.

-No quieres.

-Bueno -dijo ella-. Arregla las cosas como quieras.

-No arreglo las cosas como quiero, pero, ¡por Dios que me gustaría hacerlo!

-Lo hiciste durante mucho tiempo.

Era temprano y no había nadie en el café con excepción del cantinero y los dos jóvenes que se hallaban sentados en una mesa del rincón. Terminaba el verano y los dos estaban tostados por el sol, de modo que parecían fuera de lugar en París. La joven llevaba un vestido escocés de lana; su cutis era de un moreno suave; sus cabellos rubios y cortos crecían dejando al descubierto una hermosa frente. El hombre la miraba"

("para quien vive en su juventud en parís, la ciudad nunca le abandona a lo largo de su vida". Sir Hemingway)

jorgeimer dijo...

Que me vaya a París será complicado, casi como pronunciar tu nombre de usuario. Si lo hago, parte de culpa la tendrá este mensaje, quizás caido como de la nada, quizás no tanto...

Anónimo dijo...

...16!

Madrid poco tiene que envidiarle a Paris... tiene hasta Piruli (para que queremos mas)