
Me miraba fijamente, pero no como se mira a un interlocutor. Sus gestos eran excesivos, irritantes por momentos. Sin lograr disiparse en el flujo de palabras que, más que palabras eran recuerdos en forma de letras, como hilvanadas forzosamente en busca de una linealidad inaprensible. Y evocaba frases que allá en un tiempo, a mitad de camino entre el delirio y la memoria, debió pronunciar, quizás con otro tono, quizás de otra forma, quizás con otras palabras. Y creo intuir la certeza que el poseía de este desajuste entre el recuerdo y su reminiscencia, puesto que pronunciaba las frases con un aplomo desmedido, como intentando compensar con él su tergiversación, tal vez su inexistencia. Así, mientras daba a luz a sus experiencias tal y como le gustaría haberlas sentido en el momento de ser vividas, mi padre depositaba en mí un mensaje secreto y confidencial, algo que nunca me entregó, que ahora sé, intentaba ofrecerme en aquel momento: la clave emocional, y no matemática, que daba acceso directo a su corazón.
6 comentarios:
me ha gustado el texto y la foto me encanta de siempre. provoca una sonrisa instantanea en mi cara, por eso la llevo escondida en mi cartera:) un beso!!
Hay tantas cosas que la gente no sabe leer en las miradas...
genial!
eres tú el de la foto??
Que pelazo...
No, no. Qué tiazo...
Pues es hora de que saques la fotito guapa
Publicar un comentario