lunes, mayo 29, 2006

EL ACRÓBATA


Suele mirar al suelo cuando recorre calles huérfanas de recuerdos. El rocio acaricia las plantas de sus pies, más ahora, que no tiene calzado. Dirígese a un lugar- cualquiera que padezca amnesia temporal- para observar cómo historias ajenas descodifican su no-memoria . Con la timidez del que se sabe fuera de lugar, algunas esquinas con sabor a besos incandescentes iluminan el recorrido. Sus retinas trazan lineas desdibujadas que se entrecruzan sin tiempo suficiente para sumergirse en sus diferencias, para averiguar que son únicas en este no-mundo.
Pero al fondo siempre aparece ella. Entonces descubre que los acróbatas como él no nacieron para esquivar recuerdos. Tan sólo son capaces de alejarlos en el espacio. Y una gota de lluvia susurra a su oido es hora de bajar del trapecio. Un pie, luego otro, su sonrisa y su mano derecha, la mano izquerda ya toca el suelo mientras aquella sueave piel vuelve a morir, una vez más, una noche más, un minuto más.
Pero sabe que no ha de preocuparse. Desconoce cierta calle acolchada en la que los grillos entonan, sin apenas desafinar, la opereta de los días mojados. Y sonríe mientras la imagina. Allí se dirige, siempre unido a su trapecio. Mirando al suelo y deseando sentir vértigo.

1 comentario:

gErT dijo...

el acróbata kafkiano...qué más decir...si ya lo entiendes tú.