
Contempló sin atisbo de deleidad y ciertamente perpleja esa señal que bien podría haber sido diseñada por las torpes e inexpertas manos de Borjita, su sobrino de 5 años. "Bueno, al fin y al cabo he visto obras de arte peores" pensó. A través de un movimiento no exento de desprecio y lleno de olvido arrojó al suelo el objeto que, previsor y sabio como un anciano una vez alcanzado el crepúsculo, cayó de canto evitando así su ruptura en 5, 10, 15 pedazos.
La decepción sólo era equiparable a aquella inquietud que gangrenaba poco a poco sus arterias. Cansada de aquel recuerdo oxidado que se negaba a aceptar su caducidad prematura, no pudo contener las lágrimas que se asomaban desde la comisura de sus ojos soñando con deslizarse por suaves y sonrojadas mejillas.
Mientras tanto, el objeto de porcelana, que finalmente sólo se había partido en dos, la miraba sin compasión. Dentro de su contorno abrasado por aquel suelo color sol, el desamparo congelaba su alma. Receloso de esas lágrimas que olían a tang con sabor amargo, aplacó su dolor desviando la mirada de aquella figura a la que nunca podría disipar en los pasadizos de su memoria. Entonces, el deforme y sucio objeto de porcelana empezó a escribir.
1 comentario:
¿qué se te ha roto dentro y ha resonado en cientos de pedazos contra el suelo?
Publicar un comentario