lunes, julio 31, 2006

DIAS DE ESPECTACULO


La plaza se llena de gente los días de espectáculo. Días soleados, nublados, caprichosos o amenazantes. El público juega a formar un rebaño sin pastor, una colmena sin Reina, un pelotón de fusilamiento sin lágrimas. Sólo caben sonrisas en la plaza durante aquellos días abiertos, oscurecidos, susurrantes o melancólicos; durante los días de espectáculo. El jolgorio entona un canto descompasado de acordes dadaistas. El agua bajo la cual se ahogan las aceras penetra sinuosamente en las botas de aquellos niños que corren por las calles huyendo de sus sombras. Y después, consiguen llegar al pseudopatíbulo. Allí nada cambia en los días de espectáculo. Ya sean días despejados, encapotados, silenciosos o pulsilánimes, todo es inamobible sobre la antigua plataforma de madera. Los mismos culpables con los mismos gestos cariacontecidos y con los mismos gritos de arrepentimiento. Pero en los días de espectáculo, no hay clemencia alguna para aquellas vidas condenadas a vivir.El público desdibuja en el aire signos de exclamación, fruto de la incertidumbre y del odio que, el viento juguetón, arroja sobre los condenados con una fuerza desproporcionada. En sus retinas, la llama de la vida se apaga al son de la inmortalidad. La guerra abandonó ya sus corazones. En los días de espectáculo, sus ojos se reencuentran con los muertos.

(Imagen:"La guerra" de Marc Chagall)

1 comentario:

Anónimo dijo...

En los días de espectáculo, nada cambia porque año tras año morimos para vivir de nuevo como decía aquel escritor...