miércoles, marzo 08, 2006

POMPEYO


Pompeyo entra en el metro. Apenas puede mantenerse erguido. Camina sobre sus talones por miedo a caerse de bruces. Por miedo a no poder reaccionar si ésto ocurre.
La gente le mira y él sabe porqué. Desde hace bastante tiempo posee el don o la maldición de no pasar desapercibido. A Pompeyo le gusta definirse a si mismo como un trasgresor, como un pintoresco.Cuando un joven o una anciana ponen sus ojos en él, no puede refrenar el impulso de saludar de manera efusiva a su observador. Se pone de rodillas, intenta rodearle con sus brazos, gesticula de la manera más exagerada que se pueda imaginar. Pero sus excentricidades no son siempre bien recibidas. Cuando algún niño sale corriendo al ver como Pompeyo- metro 80, 95 kilos- se avalanza sobre él, nuestro protagonista, con gesto taciturno, mira al suelo y recuerda con cierta nostalgia aquella vida anterior en la que su presencia pasaba desapercibida.
LLega el tren. Entra y se acomoda en el asiento del centro. Un grupo de señoras, de jóvenes o de niños (¿acaso importa?) se sientan junto a él. Pompeyo les mira y siente que tiene ganas de sonreír. De salirse del cliché en el que está encasillado por el hecho de no tener hogar, de oler mal, de ser un vagabundo. Siente que tiene ganas de hablar. Aun le quedan cosas que decir. Prepara una frase con la que despertar en sus acompañantes cierta curiosidad y una disponibilidad gustosa a entablar conversación. Déjeme decir que estoy de acuerdo con eso o quizás, ¿que opinan de las obras?, es horrible. Pero Pompeyo no encuentra las palabras. Pasan las estaciones y el verbo que busca sigue agazapado en algún rincón olvidado de su memoria. Aquel grupo de personas parece elevarse a cotas demasiado altas, inalcanzables. Les mira y siente ganas de huir. Siguiente estación rios rosas. Si al menos pudiese decir adios. Si al menos fuese capaz de lograr que alguien supiera cual es el tono de su voz, cuales son los gestos que usa al hablar...Pompeyo sale del metro mientras aun sigue buscando las palabras.

2 comentarios:

gErT dijo...

Y Pompeyo no podrá dar conferencias fuera del metro, no podrá debatir con sus compañeros de clase, no podrá charlar con su familia en la sobremesa, no podrá decirle cuánto quiere a la gente que le rodea...

Gran pobreza esa del silencio obligado...

Uqbar dijo...

Un animal suburbano....herido a manos de la sociedad de la mentira... esa que no quiere ver pero a la que le gusta mirar...

En cambio Pompeyo quiere hablar y sólo puede escuchar... si al menos solo pudiera oir...pero escucha y duele cada palabra.

Joder...